Serafín Dengra se parece a un Fórmula 1 en plena carrera: anda a mil por hora todo el día, de acá para allá, y sólo reposa en boxes lo mínimo indispensable. El secreto está en la nafta: una de tipo premium llamada “actitud”. “Es la palabra más importante de mi vida”, resume “Serafo”, que reparte sus horas de vigilia entre su cadena de gimnasios Sport Club, clínicas de rugby por todo el país y un costado político junto a Daniel Scioli, pero siempre desde la promoción del deporte en los barrios carenciados. Es así, no para.
“A mí me gusta eso de las clínicas en los barrios porque estás en contacto con la gente. El otro día estuvimos en Catamarca, en una villa muy dura, haciendo una tocata australiana con los chicos. Una experiencia muy enriquecedora. Y también estuve en Tucumán, donde tengo muchos amigos que hice cuando venía a jugar al rugby”, cuenta.
Serán muchos, pero Julio Coria hay uno solo. “Un gran amigo. Fue uno de los tipos más valientes y ásperos que enfrenté en una cancha de rugby. Te mataba a puñetes el infeliz, ja ja. Esa primera línea con Ricardo Le Fort y “El Tumba” (Luis) Molina era una de las más duras, jodidas y mañeras del mundo. Ese pack de forwards era terrible. Me acuerdo de (Juan) Palou, (Pablo) Buabse, (Sergio) Bunader, “Perico” Merlo... había que animarse a venir, no cualquiera jugaba acá. El público era tremendo. Prefería un test match en Francia antes que en Tucumán”, jura el ex pilar de Los Pumas.
Según cuenta, eran tan fuertes los golpes como el lazo de amistad que los unía en el tercer tiempo. “Era lo más lindo. En la cancha nos matábamos, eran batallas, pero después nos quedábamos horas tomando cerveza y contando anécdotas. Imposible olvidarme de ellos. Porque había una admiración mutua y porque me dejaron varios moretones, ja ja”, evoca “Serafo”, que de todos modos conoció tiempos más violentos...
“El rugby de Francia fue el más áspero que jugué en mi vida. Siempre recuerdo que en mi primer entrenamiento con el Bourgoin-Jallieu, me recibe Marc Cecillon, el que ahora está en ‘cana’ por haberla matado a la mujer, y con el uniforme me da un casco, un protector bucal y una cosa para proteger los testículos. Le digo que con eso no podía jugar, que iba a ser incómodo, y me contesta acá te patean duro. Despues vi que era entrar a la cancha y que te pegaran cabezazos. Tuve que ser muy valiente para sobreponerme. A cada rato iba al hospital a que me cosieran”, recuerda los tiempos en que el rugby galo tenía poco de champagne.
“Hoy es mucho más limpio. Los jugadores están más entrenados, son bestias, pero ya casi no se pega. Metés una piña y perdés plata, porque te sacan y dejás a tu equipo con 14. Antes se daban con todo. Por eso agradezco estar hoy físicamente bien y activo. Eso también tiene que ver con que yo era un tipo que estaba muy entrenado para la época. Era dinámico, corría mucho”, se define “Serafo”, convencido de que el sus características hubieran cuajado mejor en el rugby actual. “Me hubiese encantado tener la posibilidad de jugar un Championship o un Súper Rugby. La inserción de Argentina fue impresionante. Eso fue posible gracias al profesionalismo”, enfatiza.
Y es que a Serafín no le gustan los dinosaurios. “Algunos dirigentes de mentalidad arcaica frenaron esto, que debería haberse hecho antes, porque creían que se iban a perder los valores del amateurismo. Hermano, el profesionalismo es en la cancha. Era injusto y peligroso enfrentar a Pumas amateurs contra equipos profesionales. Yo creo que el camino es el correcto, y que la plata no va a afectar el amateurismo que llevamos en el corazón desde el club. Es más: me encantaría que los equipos de las uniones provinciales tengan ese profesionalismo. Eso no altera el espiritu del rugby. En Argentina sigue siendo un juego de amigos”.